ESPLENDOR EN LA NIEBLA
Fermín Ramírez de Arellano (Madrid 1955) iniciado a la manera clásica en el taller de su maestro el pintor Antonio Medina y forjado en el yunque de las horas de trabajo y la tradición del oficio, ya es un trayecto absolutamente personal, un estado de ánimo romántico hasta la soledad. Un camino que pasa por la vida a través de una mirada propia, velada por una imprecisa realidad.
Fermín tiene un bosque en el corazón, un paisaje en el alma y un don en los pinceles.
Si te acercas por primera vez a su pintura no te va a extrañar que haya sido premiado en importantes certámenes o que su obra haya merecido grandes exposiciones como la antológica de Casa de Vacas, no sólo destacarás lo evidente: la perfección técnica o la sutileza de unas hermosas y deslumbrantes atmósferas. Lo que te llamará poderosamente la atención es que esos senderos de enigmáticos destinos, de cantos y líquenes, de arboledas y barbechos, parecen no ser reales y sin embargo tú has estado allí.
Esa profunda paradoja es metáfora y sueño de un camino imaginario, elegante y profundamente poético, donde surge ese tipo de belleza que te corta el paso mientras te invita a entrar.
De su mano, transitas por un bosque de nieblas evanescentes, por un paisajismo tan irreal como concreto, donde vive la emoción de un viejo esplendor.
En el sitio exacto donde habita el alma de la pintura