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“Dicen de mi trabajo que es realismo no exento de frescura, dicen que mis cuadros sorprenden por la luz, y algo que me llama la atención, estando como estoy tan pegada a la realidad, por la imaginación, en fin, yo creo que mi trabajo es simplemente pintura”.
Llevo más de treinta años dedicada a oficios artísticos en los campos de la pintura y la escultura.
Estudié en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, aunque lo que tiene más peso en mi trayectoria es mi formación autodidacta.
Si cada persona es un mundo mis trabajos son mis mapas”
En pintura, después de muchos años de pintar al óleo, desde hace diez me dedico a investigar con acrílicos sobre tablas preparadas por mí, en este campo he diseñado unas carpinterías convexas para darle volumen escultórico a mis pinturas.
Considero que no es necesario ser innovador para ser progresista, considero también que lo único auténticamente personal que uno puede aportar al arte de este tiempo que nos ha tocado vivir es la mirada, en este sentido intento contar lo que me fascina de lo que veo con una caligrafía a color minuciosa y sutil, eso es la pintura para mí, lo que veo lo llevo conmigo, la caligrafía es lo que quedará de mi.
La mirada y la observación del mundo abren la posibilidad a diálogos diversos, en ese cruce de caminos entre lo que el mundo me da y lo que humildemente puedo aportar. Por esta razón van apareciendo temas diferentes en mis obras. De esta observación nacen, por ejemplo, los retratos urbanos, gente anónima que por alguna circunstancia llama mí atención. Creo que hay personas que con su presencia iluminan el mundo, la belleza para mí está en pequeñas cosas, gestos, formas de moverse, de andar, de contemplar lo que nos rodea, vestidos o peinados que a través de los colores y las formas nos dibujan a cada uno.
En los retratos urbanos busco esa sensación que tengo en los museos -por supuesto con toda la distancia que corresponde al caso- la sensación de contemplar unos rostros que a su vez te miran, presencias de cuyas vidas no sabemos nada, a veces si acaso un nombre, y sin embargo esos rostros que miran hacia el mundo desde siglos atrás nos evocan a través de colores, luces y sombras el misterio de la belleza…
…Y esas presencias que llegan atravesando el tiempo nos siguen hipnotizando.
En general, en mi trabajo me quiero quedar en el lado luminoso del mundo, amplifico cosas que considero que vale la pena mirar con detenimiento, por este motivo le pongo una lupa pictórica a las flores, es una forma de invitar al espectador a que se detenga unos instantes a contemplar en silencio esas formas y colores que derrochan belleza y color.
Los cielos aparecieron como contrapunto al ejercicio de ampliar lo diminuto.
A los cielos, se sumaron las “Construcciones humanas”, una colección de obras, dedicadas a las arquitecturas y a las ciudades, siempre buscando un lugar para contemplar estos espacios desde la altura, teniendo también a los cielos como protagonistas.
En lo habitual, en lo cotidiano, es donde se esconden los mayores misterios.
Cuanto más contemplo estas construcciones humanas que constituyen la piel de la ciudad, más pienso que es la ciudad la que nos contempla a nosotros, ella es la verdadera dueña del tiempo, del tiempo pasado, del presente y del futuro, nosotros, tan solo, pasamos por aquí.
Edificios extrañados y entrañables sobre un fondo que la tramoya celeste tiene a bien en cambiar a cada instante, con la sutileza y la perseverancia de un hacedor de prodigios, que se toma todo el tiempo del mundo para hacer su trabajo.
Considero que mis pinturas son ventanas a las que uno se puede asomar para recrearse, contemplando, tanto lo inmenso como lo diminuto. Los cuadros de flores a gran formato, me parecen mapas por los que se pueden recorrer diferentes senderos en sus líneas sinuosas.
Las ciudades, en cambio, aparecen retratadas desde vistas aéreas, con un cierto interés arqueológico, mostrando los estratos de su crecimiento. Los edificios son huellas de la tarea humana sobre la superficie del mundo, huellas de dinosaurios que al lado del cielo y la luz del atardecer, toman su auténtica dimensión.
Este año he iniciado otra serie de obras que llamo “El silencio de las cosas” dedicada a los objetos cotidianos. Son obras de pequeño formato, que, considero que recogen muy bien la emoción y la delicadeza del instante sobre las que me interesa mucho trabajar.
Hasta aquí este resumen de los diversos caminos que estoy explorando en pintura, en cada uno de ellos, se puede seguir indagando, removiendo la realidad para buscar otros puntos de vista. Mientras, aparecerán otras miradas que me resulten de interés, les daré vueltas y más vueltas, para abrir nuevas ventanas… y quién sabe, si alguna puerta.
Hasta aquí un resumen de mi actividad artística de los últimos años, podría decir, tomando unas frases de mis “Miradas líquidas”, que mi obra es como sacar punta a un lapicero, contando con que todas las pequeñas virutas de madera que voy sacando, son tan importantes como la punta afilada del lapicero en cuestión, solo que la mina, en este caso, soy yo misma.