Si tuviera que elegir un hilo conductor de mis primeras obras, éste sería sin duda mi obsesión por la mirada humana. Mis retratos buscaban una comunicación visual con el modelo, en un intento por asomarme al interior de la persona a través de la expresividad de los ojos, entendidos como ventanas del alma.
En mis últimos trabajos alterno retratos con paisaje urbano, poniendo el foco, en la mayor parte de las ocasiones, en esos rincones de pequeñas o grandes urbes que suelen pasar desapercibidos para la mayoría de los observadores. Fábricas abandonados, edificios derruidos, espacios apartados que imagino como lugares oníricos fuera de contexto, como visiones de algo que tuvo vida en un pasado reciente y que, en la actualidad, no dejan de ser fotos fijas de lo efímero de la existencia.